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Receta para robarle el corazón al Dr. Farel

Capítulo 258
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Capítulo 258

El carro se detuvo lentamente al pie del edifiresidencial.

Joan apag6 el motor y con cuidado record6 a su pasajera.

—Sefiorita Evrie, hemos llegado.—

Evrie volvié en si, agradecié con cortesia y empujo la puerta para bajar del carro.

Con pasos rapidos, desaparecié en el edifien segundos.

Farel bajé la ventana y, mirando hacia el cielo nocturno, saco un cigarrillo y lo encendio.

Al verlo, Joan le advirtid: —Sefior Haro, su herida todavia no ha sanado, no deberia fumar...—

Farel sostuvo el cigarrillo entre sus dedos, sonriendo con sarcasmo.

—Hay tantas cosas en este mundo que no se pueden hacer, ¢debo acatarlas todas?—

Como el matrimonio.

Como a quién tomar por esposa.

Joan se atasco, sin saber qué decir.

No mucho después, una ventana del edifise ilumino.

Farel entrecerro los ojos, observando aquella luz a lo lejos, y exhalé el humo que difuminaba su silueta. En silencio, Joan no se atrevid a moverse.

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El Range Rover permanecia quieto y silencioso en la oscuridad, como si el tiempo se hubiera detenido. No se sabia cuanto tiempo habia pasado.

Los restos de cigarrillos en el carro eran casi incontables.

Fue solo cuando la luz de la habitacién de Evrie se apag6 que Farel retird la mirada y apag6 el ultimo cigarrillo. —Vamos a regresar. —dijo.

— A dénde?—

—Al BarEl Magnético.—

Joan arranco el motor y se alejaron de Mirador de Luna.

El BarEl Magnético no estaba lejos, apenas a dos kilémetros de distancia.

En menos de diez minutos, Joan maniobr6 el carro hacia el garaje subterraneo.copy right hot pub —jShhh!— El vehiculo se detuvo bruscamente con un chirrido.

Joan exclam6 por reflejo.

—<¢Qué sucede?— pregunto Farel.

—wUn gatito callejero salié corriendo, parece que lo golpeamos, esta tirado ahi sin moverse.—

Al oir esto, Farel salié a verificar.

En efecto, habia un pequegato cerca del carro, del tamade una palma, con un pelaje naranja desalifiado, sucio, agitando sus patitas y mirandolo con cautela.

Se miraron fijamente. —jJaaa!— El gatito mostré sus dientes y se erizo ante Farel.

Farel ignoré su feroz advertencia y al examinarlo que su cuello estaba atrapado con un alambre, todo ensangrentado, el pelaje desgarrado, dejando ver el hueso.

Era claramente un acto de crueldad intencionada.

Farel se puso de pie y ordend: —Llévalo con nosotros.—

Joan estaba confundido.

—éNecesito repetirloa—

—No, no es necesario.—

Joan se rascé la cabeza, sin entender.

éNo era él quien tenia mania a la limpieza?

Nunca le gustaron esos animales.

«Desde cuando le gusta llevar gatitos callejeros a casa?

iY uno tan feroz y sucio!

Sin mas, Farel se dirigié al ascensor.

Joan aparco y regreso.

Trago saliva y, con rapidez, agarro al gato por el pellejo del cuello, levantandolo. Tembloroso, siguié a Farel al ascensor.

Al llegar arriba, Joan solt6 al gato y se marcho.

Al igual que su jefe, no le gustaban esas criaturas bravas.

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En la cocina, Farel busco un plato y vertid un poco de leche para el gato. El gatito bebia con desconfianza, mirando a Farel después de cada sorbo. —jJaa!—

Farel...

Era un pequeser que no sabia de bondades.

El gato se resistia, mostrando los dientes y grufiendo.

—jJal—

—jJaa!—

—Callate, terco.—

El gato quedo afuera, aun mirandolo fieramente a través del vidrio. Esa expresion le resultaba familiar.

Farel aparto la vista y se dirigié al bario.

Se quitd los guantes, la ropa y se ducho para desinfectarse.

Se demoré un rato, solo lavando la parte delantera y las piernas.

El fin de semana, Evrie acompajié a Blanca al hospital para quitarle los puntos.

Como habia bastante gente, Blanca entré a que le revisaran las heridas y ella esperd afuera. Con apenas un vistazo, ella una figura esbelta y erguida entrar en uno de los consultorios. Era solo su silueta, pero lo reconoal instante.

Era él.

Seguramente habia venido para su camde vendajes rutinario.

Ni siquiera sabia como estaba sanando su herida.

Evrie se desplazo sigilosamente, estirando el cuello para mirar hacia dentro.

—<¢Qué haces aqui escondiéndote? Si quieres mirar, entra y mira. No es ningun delito—.

Una voz agradable retumbo sobre su cabeza.