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Receta para robarle el corazón al Dr. Farel

Capítulo 527
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Los labios del hombre eran pesados, casi como si la estuviera mordiendo.

Evrie estaba atrapada por su agarre en la nuca, profundizando más y más, con sus alientos entrelazándose.

Él la besaba con fuerza, lleno de un deseo de posesión indescriptible, con una autoridad que la dejaba indefensa.

Evrie casi no podía respirar.

Minutos después, Farel la llevó entre sus brazos, refugiándose en la sombra de unos árboles.

A su alrededor solo había oscuridad y árboles, sin poder distinguir nada.

La espalda de Evrie reposaba contra el muro frío, mientras el aliento grave de él resonaba en su cuello.

—Espera por mí —le dijo él—. Solo un poco más.

—¿Podemos no enamorarnos, por favor?

El corazón de Evrie se convirtió en arena en un instante, desmoronándose poco a poco.

En la oscuridad, su voz y su respiración se magnificaban, eran pesadas con una contención reprimida, mezcladas con una desesperación suplicante.

Él siempre había sido calmado, racional, controlado.

Rara vez perdía el control de esta manera.

O mejor dicho, nunca había perdido el control de esta manera.

Esta vez no pudo resistirse.

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No se contuvo en lo absoluto.

Los ojos de Evrie se calentaron ligeramente, y su corazón latía con un dolor punzante.

Apoyada contra la pared, alzó la vista hacia la silueta en la oscuridad y simplemente le dijo.

—¿Ya cenaste?

¿Qué?

Farel estaba desconcertado, se quedó sorprendido.

—Tengo hambre, quiero comer algo —añadió Evrie—. Ahora mismo, en este instante.

La respiración de Farel se hizo más pesada, su voz se volvió ronca y arenosa.

—Está bien, yo cocinaré para ti.copy right hot pub

Evrie se deslizó fuera de sus brazos y caminó hacia el edificio.

Con la espalda erguida y una terquedad visible.

Farel oscureció su mirada y siguió sus pasos.

Entraron al ascensor, salieron de él, y uno detrás del otro entraron al apartamento de Evrie.

En el vestíbulo, Farel abrió el armade los zapatos y dos pares de pantuflas, una grande y una pequeña, ordenadas y a juego, se veían confortables.

Sus manos se apretaron, se cambió de zapatos y entró a la cocina como si fuera su hogar.

No tenía mucha comida en el refrigerador, solo pasta, huevos y un puñado de verduras.

Farel se detuvo un momento, sin moverse.

Esto… la haría vomitar.

Cerró el refrigerador y sacó su teléfono para hablar —Pediré más comida.

Evrie abrió la puerta del refrigerador, tercamente —No es necesario, comeré lo que hay aquí.

Farel la miró de reojo, sus miradas se cruzaron en el aire, chispeando con una energía desconocida.

Su voz se volvió más grave.

—De acuerdo, cocinaré para ti.

Con los ingredientes del refrigerador, lavó las verduras, preparó los huevos y puso la pasta a hervir.

Se sentó frente a la mesa, tomando el tenedor y comiendo bocado a bocado.

Sin vomitar, sin malestar, sin ningún tipo de incomodidad.

Farel se sentó enfrente, simplemente observándola mientras ella terminaba con el plato de pasta.

Hasta que no quedó nada.

Evrie dejó el plato, se levantó y le dijo —Ahora, friega los platos.

—¿Qué?

—Friega los platos.

Evrie le repitió la orden con cierto tono de mando.

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Farel silenciosamente tomó el plato y se fue a la cocina a fregarlo.

La cocina estaba desordenada, con un fuerte olor a comida. él, vestido en traje formal, parecía fuera de lugar.

Evrie se giró y entró al dormitoa asearse.

Cuando Farel terminó de ordenar la cocina, ella ya se había aseado e incluso había cambiado las sábanas de la cama.

Al salir del dormitorio, justo a Farel bajándose las mangas, listo para irse.

Evrie se quedó en la sala, observándolo alejarse, y le habló con decisión.

—Farel, dejemos atrás esa obsesión del pasado.

—Ya no te culpo, y tú no deberías sentirte culpable conmigo.

De repente se giró, atrajo a Evrie hacia sí y la besó nuevamente.

Con fuerza, con pasión, con intensidad.

La abrazó más fuerte, como si quisiera fusionarla con sus huesos.

Evrie cerró los ojos y lo besó también.

Ambos fueron tropezando desde la sala hasta la cama.

Farel se mantuvo sobre ella, se quitó la corbata con una mano, desabotonó su camisa revelando su clavícula.

Mientras se inclinaba, la besó de nuevo.

—Evita—, le dijo él con voz ronca, —te deseo—.

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