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¿Tuvimos un hijo

Capitulo 106
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Capítulo 106

–¿Miguel? –Anastasia no podía

hacer nada más que quedarse viéndole con estupefacción. Él le mostró una sonrisa un tanto infantil mie

ntras que mantenía abierta la puerta del pasajero para luego sacar un ramo de rosas, por lo que prosigui

ó a entregárselo.

– Ten, son para ti.

–¿Por qué me estás dando flores? –

le preguntó con un tono de voz un poco despistado mientras que tomaba el ramo que le dio.

–¿Te gustan? –Él la miró con anhelo– iHay que ir a cenar esta noche!

–¿Esta noche? Bueno… ¡Está bien! –

Anastasia volteó a ver brevemente y con toda intención al auto lujoso con presencia opresiva tan pronto

como terminó de decir esas palabras. Miguel giró y actuó como si apenas se percatara del auto; él sonri

ó con satisfacción para luego caminar hacia el mismo y saludar a la persona dentro. La ventana del vehí

culo descendió y Elias volteo para

chocar miradas con el otro hombre.

—¿Ya terminaste de trabajar, Elías? – Miguel lo saludo

para cambiar el tema de conversación a propósito–. Estoy aquí para recoger a Anastasia y llevarla a cen

ar. Ya nos vamos. –

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El regresó con Anastasia después de decir eso para luego poner un brazo alrededor de su hombro, pare

cía que habia practicado como hacerlo. Él abrió la puerta del pasajero y su cuerpo se inclinó cerca de ell

a cuando la ayudaba a entrar al auto.

Anastasia se encontraba sentada en el asiento del pasajero mientras que aún sostenia el ramo de flores

en su mano; una vez que Miguel entró, pisó el acelerador

y arranco. Su plan consistía en pasar para arrebatarle a Elías la mujer de sus manos y él estaba sorpren

dido de que el plan haya funcionado

El auto negro de Elías

salió con lentitud del estacionamiento. Los vidrios polarizados hacían que fuera imposible que alguna pe

rsona pudiera ver a través de la ventana, por lo que

nadie sabía cómo se veía el rostro de Elías mientras que conducía; sin embargo, después de que el Roll

s Royce negro condujera por cierta distancia, aceleró y maniobró entre los autos en la carretera como si

el conductor estuviera iracundo.

Mientras tanto, Anastasia sintió una extraña sensación de alivio al estar en el auto de Miguel.

«Ahora

tendré una razón por la que no tenga que comprarle la cena a Elias debido a que sabe que cenaré con

Miguel». Ella sacó su celular para mandarle un mensaje de texto al hombre.

«Yo no tengo que comprarte la cena esta noche. ¡Puedes ir a comer por tu cuenta!».

–¿Cómo has estado? —le preguntó Miguel.

–iNo me quejo de mucho! –dijo mientras que se frotaba la frente.

He decidido que voy a rentar un edificio de oficinas a un lado de donde trabajas, Anastasia. Mudaré toda

mi oficina para allá, por lo que estaremos muy cerca del uno y el otro en el futuro

– le dijo.

––¿Estás rentando toda una oficina solo para estar más cerca de mí? ¿Tanto dinero tienes de sobra?

–Anastasia rio un poco porque le pareció divertido.

Pero eso no es todo. A mí no me gusta la oficina de mi padre, creo que es un poco anticuada para mí. P

or esa razón, pensé que renovaría todo un espacio completo para mi solo; luego, por el bien de que pue

da almorzar contigo, idecidi que escogería un lugar que estuviera más cerca de ti!

–Miguel se había convencido de que iba a dar todo su potencial para poder conquistar a Anastasia.

Una mujer común y corriente como yo nunca podrá comprender qué es lo que piensa la gente rica como

tú –murmuró con firmeza.

–Vamos, hay que ir a recoger a Alejandro antes de ir a cenar. –

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Miguel ya había estado conduciendo en dirección al jardín de niños. Él la espero en la

reja frontal mientras que ella iba a recoger a su pequeño. Poco después, los tres fueron a un restaurante

cercano para cenar.

Anastasia le echó un vistazo a su celular para ver que Elías todavía no le respondía, ni siquiera estaba se

de que hiciera tales cosas. Él sostenía la mano de Alejandro y parecía como si fuera el tío que llevaba a s

Miguel los llevó a la entrada de su área residencial después de que terminaron sus asuntos en el centro c

y Elías llevaron comestibles de regreso a casa hace horas en ese mismo día, por lo que decidió que tamb

–¿Puedo pasar a tu despacho por un rato? Necesito un poco de agua – le dijo.

–Hay una pequeña tienda justo por allá –

le respondió mientras apuntaba en la dirección del lugar, pero a Miguel no

le interesaba ni un poco esa tienda de conveniencia.

–Quisiera beber agua en tu casa.

Ella sonrió.

– Está bien! ¡Vamos, entonces! –

Esa fue la primera vez que Miguel estaba en la nueva casa de Anastasia y miró en todas las direcciones

–¿Qué estás buscando? —preguntó Anastasia a la vez que le entregaba un vaso de agua.

–Anastasia, este es un simple recordatorio, ipero

no deberías traer a cualquier hombre a tu hogar! Tú eres una chica, por lo que debes asegurarte de que

le dijo.