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La sangre le brotó al cerebro, mientras se le sonrojaban las mejillas. Anastasia se congeló ante los
movimientos de Elías, cuyo beso cálido era todo lo que podía sentir en los labios, uno prolongado y
desesperado, el cual le dio para mostrarle que no iba a despreciarla. La mente de ella se quedó en
blanco al dejarse dominar por Elías. Cuando él la soltó, puso su frente contra la de ella y murmuró con
una voz baja y ronca: —Escúchame, Anastasia. Como yo te desprecio, tú tampoco tienes que
despreciarme. No me interesa tu pasado, sino que quiero estar en tu futuro. En ese momento, sin
poderse controlar, Anastasia se puso roja y lo apartó, furiosa, fijando la mirada en él. ¡¿Estaba loco?!
Estaban en la entrada de la empresa; si alguien los miraba, ella nunca podría aclarar el malentendido.
—Te lo estoy advirtiendo, Elías… —amenazó Anastasia de repente—. Será mejor que no me toques
Follow on NovᴇlEnglish.nᴇto… —Te casarás conmigo —sonrió Elías, terminando su frase. Ella lo miró boquiabierta y no se le
ocurrió nada para contestarle, así que se dirigió a otra calle peatonal. Esta vez, él no la siguió, sino
que se calmó, creyendo que ella ya no tendría pensamientos suicidas; al fin y al cabo, quería
demasiado a su hijo como para hacerlo. Por otra parte, Anastasia se sentó en una cafetería, con la
cara enrojecida. «Nadie nos miró hace rato, ¿cierto?», rogaba en silencio que los hubieran visto
besándose. De no ser así, no podría seguir trabajando en la oficina. Sin importar la ocasión, Elías se
aprovechaba de ella y, por eso, era una persona horrible. Cuando le sirvieron, Anastasia bebió un
poco del café helado, el cual la ayudaba a tranquilizar sus nervios, pues estaban a finales de otoño, en
noviembre. Su repentino arrebato de ira se debió a la acumulación de resentimiento que le tenía a
Érica desde pequeña y no pudo contenerse más. Ahora que lo pensaba, no debía estar molesta;
después de todo, solo se hacía daño a sí misma. Su teléfono sonó en ese instante, indicándole que la
llamaba su padre. Jamás esperó lastimar a Érica con esa carpeta que le lanzó. —Hola, papá —
contestó. —Anastasia, ¿qué pasó entre tú y Érica? ¿Se pelearon? —preguntó con un tono acusador.
—Sí, la herí por accidente —se disculpó. —¡Anastasia Torres! —sonó de repente la voz furiosa de
Noemí al otro lado de la línea telefónica—. ¿Estás intentando destrozar a mi hija? ¡¿Estás contenta
ahora que le rasgaste la cara?! —Al escucharla, Anastasia frunció el ceño… ¿Su papá estaba en
casa?—. ¡Siempre has molestado a mi hija! ¿Por qué tiene una vida tan dura? ¡No ha trabajado ni dos
días y ya la lastimaste! ¡No te pases! Noemí sonaba exasperada. Sin palabras, Anastasia volteó los
ojos, pues Noemí estaba actuando como la parte culpable en una demanda, fingiendo causar lástima.
—Primero, deberías preguntarle a tu hija cómo me difamó en el trabajo —le contestó sin retraerse. —
Follow on Novᴇl-Onlinᴇ.cᴏmNo es como que no conozcas el temperamento de Érica. Solo es directa y a veces le gusta ser
entrometida, pero eso no te da el derecho de herirla y despedirla de su trabajo. Si la herida le deja una
cicatriz en la cara, jamás te lo perdonaré —dijo Noemí y resopló, justificando las acciones de su hija.
—Muy bien, ya es suficiente. Su pelea no fue tan seria —le dijo Franco a Noemí, tranquilizándola
mientras esta sollozaba. —Si no tienes nada más que decir, voy a colgar. Adiós, papá. —Anastasia
estaba harta de Noemí porque estaba fingiendo pena delante de su padre, tramando recordarle que
tenía un lugar en el corazón de Franco. En la oficina, Elías había acabado con los chismes sobre
Anastasia y despidió a tres empleadas en un solo día: a la hermanastra de Anastasia, así como a
otras dos mujeres. Gracias a sus acciones, el resto del personal ya no se atrevió a hablar mal de
Anastasia, quien, cuando ella regresó a la oficina, nadie le dijo una palabra, aunque algunos ojos
curiosos posaron la mirada. Al ver que el presidente Palomares la defendió, ¿significaba que tenían
una relación? Tras el incidente de hoy, el rumor parecía convertido en una realidad.