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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 331
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Capítulo 331

Con eso, Anastasia llegó a la conclusión de nunca relacionarse con un hombre sin pensarlo bien. De

lo contrario, ella sería quien terminaría sufriendo. Antes de que pudiera comenzar a trabajar, se

escuchó un golpe en su puerta. Alma, quien llevaba un traje blanco, entró a su oficina mientras le

hablaba a Anastasia con entusiasmo:

-Quiero hablar contigo, Anastasia.

Anastasia sabía que Alma solo estaba fingiendo y cruzó sus brazos mientras decía con una ceja

alzada:

– No tenemos nada de qué hablar.

-Anastasia, quiero disculparme por lo que te dije antes. Lamento mucho haberte herido al decir algo

tan fuera de lugar. ¿Puedes perdonar mi ignorancia e insolencia, por favor?

Alma se disculpó para salvar su imagen. Al menos, no quería estar en malos términos con Anastasia.

Sin embargo, su disculpa parecía como una broma para Anastasia, pues ella sabía que no lo decía

con sinceridad y solo lo hacía porque temía que Anastasia le contara la verdad a Elías.

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-Acepto tu disculpa – dijo Anastasia con indiferencia–. Ya puedes irte de mi oficina.

-Si aceptas mi disculpa, eso también quiere decir que no le contarás a Elías lo que sucedió entre

nosotras, ècierto? -dijo Alma con sus palmas sobre la superficie del escritorio y su mirada fija en

Anastasia-. Te lo suplico, por favor, no le cuentes sobre eso.

Esa era la única razón por la cual Alma admitía su derrota; quería mantener su máscara de inocencia

frente a Elías. Al escucharla, Anastasia alzó aún más su ceja y dijo:

-Entonces, en realidad no quieres mi perdón? Solo temes que le cuente la verdad, ¿cierto?

– iSolo estaba en tu contra porque amo demasiado a Elías! Yo no suelo ser así -intentó explicar Alma.

Sin embargo, Anastasia no tenía intención de aceptar su disculpa deshonesta.

-Esa no es una razón para atacarme verbalmente.

Alma la miró con intensidad al escuchar eso y dijo en un tono frio:

-Anastasia, no tenemos que hacernos enemigas. ¿Qué piensas?

-No te tengo miedo – dijo Anastasia mientras la observaba con la misma intensidad.

– Escuché que eres madre soltera. Debe ser difícil criar a un niño por tu cuenta.

A pesar de que Alma estaba sonriendo cuando dijo eso, la amenaza en sus ojos era evidente. Al

instante, Anastasia sintió que todo su cuerpo se congeló al escuchar las palabras de Alma y sentia una

incomodidad extraña al ver la sonrisa amenazante de Alma.

-¿Qué vas a hacer? -cuestionó Anastasia con frialdad.

-¡Todo depende de lo que tú hagas! iSi me dificultas las cosas, tendré que hacer lo mismo para ti! -

Alma alzó su ceja y miró a Anastasia con una expresión de satisfacción-. Será mejor que pienses en lo

que es mejor para ti, Anastasia. No te metas en mi camino.

Anastasia se levantó de su asiento y le advirtió con seriedad:

— Intenta tocar a mi hijo y verás lo que pasa.

Alma se alarmó al ver que Anastasia se puso a la defensiva y su expresión de orgullo desapareció al

instante. Luego, se volvió a acercar a ella y dijo:

-Es por eso que es mejor que las dos salgamos de esto ilesas, ino es así?

Luego de decir eso, Alma

abrió la puerta para salir de la oficina. El corazón de Anastasia seguía latiendo frenéticamente

mientras observaba cómo salía, el corazón de Anastasia seguía bastante acelerado. Alejandro había

sido su talón de Aquiles desde que nació, así que siempre se sentia inquieta cuando alguien se

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acercaba demasiado a su hijo.

Por otro lado, no había nada que Alma no haría para conseguir a Elías. Seguía preocupada cuando

regresó a su oficina. Su misión debía haber sido exitosa, pero se tuvo que enfrentar a Anastasia, quien

también era su mayor obstáculo en su camino para completar su plan. Parecía que Elías nunca podría

enamorarse de otra mujer que no fuera Anastasia y Alma le tenía rencor por eso; le enfurecia saber

que no podía ganar contra ella.

Eran las 11:00 a.m. cuando el teléfono de Anastasia comenzó a sonar. Ella contestó la llamada y

saludó enseguida.

-Ven a mi oficina -dijo la voz de un hombre desde el otro lado de la llamada.

–Estoy ocupada con el trabajo — rechazó Anastasia enseguida.

-Ven por tu brazalete —dijo la voz profunda de nuevo.

Anastasia lo volvió a rechazar, pues no quería ir a su oficina por un brazalete.

– Dáselo a alguien más. No lo quiero.

-Anastasia, ¿quieres que te lo entregue delante de toda la oficina? -amenazó Elias. Sus palabras le

provocaron un dolor de cabeza a Anastasia al instante y preguntó con desconcierto:

– Elías, ¿acaso debo aceptarlo solo porque me lo quieres dar?

– Te daré dos minutos. Si no vienes, entonces yo iré contigo – dijo Elías y después terminó la llamada.