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¿Tuvimos un hijo

Capítulo 67
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Capítulo 67

Elias se sentia en un trance mientras observaba a Anastasia cargar a Alejandro cerca de ella antes de d

ejarlo en su cama. Era probable que el pequeño estuviese muy cansado, puesto que, en cuanto tocó la

almohada, encontró una posición cómoda y de inmediato se quedó dormido.

Anastasia arropó a su hijo y le hizo un gesto a Elías para salir en silencio del cuarto. Siguió sus instrucci

ones y se encamino para salir del cuarto con ella detrás de él. Después de cerrar la puerta, suspiró un p

oco y le dijo:

–Gracias por lo de esta noche.

–¿Cómo me agradeceras? –

preguntó Elías. Su voz sonaba grave y magnética mientras la veia con curiosidad.

Ella frunció. Sus bonitos ojos destellaban con incredulidad mientras pensaba:

«Cómo puedo agradecerle de otra forma que no sea decirle gracias y ya?».

–Ahh… ¿Pudiera comprarle un almuerzo o algo si quiere..? —

sugirió insegura de si a eso se refería el otro.

–Oh, no hay necesidad de eso –contestó él sin darle importancia.

«Qué bueno. No tengo tiempo de hacer eso, de cualquier forma» pensó ella con un suspiro.

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Su

teléfono vibró en ese momento y ambos se giraron para mirarlo. Aunque estuviesen lejos, Elías pudo ver

que quien llamaba era Miguel debido al identificador del teléfono. Anastasia se acercó y lo tomó. El únic

o lugar privado que quedaba en el departamento era su cuarto, por lo que se dirigió hacia allá para cont

estar la llamada, aunque dejó la puerta entreabierta.

–Hola, Miguel. ¿Qué sucede?

–iAnastasia, déjame ir y quedarme con ustedes esta noche! –

ofreció Miguel con alegria e insistencia desde la otra línea.

¿Por qué harías eso? ¿No estás viendo lo brutal que está afuera? iTerminarás empapado hasta los hue

sos antes de que llegues a tu carro!

–Pero estoy muy preocupado por ti y Alejandro. Sé que a ambos les aterran las tormentas eléctricas.

Anastasia se preocupó cuando recordó que Elias aún seguía en el departamento. Se apuró a contestar:

NOS ¿

nos a acos

–No, no, no. No vengas. Alejandro y yo estamos a punto de irnos a acostar. Muy bien, sería todo. iAdiós!

Después de eso colgó y se giró, pero se topó con Elías. Fue similar a encontrarse con un fantasma, ya q

ue pareció que solo se materializó de la nada. Estaba parado justo detrás de ella, viéndola como si la es

tuviese analizando.

–Presidente Palomares, usted...

«Cielo santo, ¿por qué me tuvo que asustar así?» pensó mientras le miraba, parpadeando con increduli

dad.

––¿Te has acostado con Miguel? –exigió Elías sin ningún decoro.

«¿No sabe que es grosero indagar eso?».

Ella se le quedó viendo con la boca abierta. La había

dejado sin palabras. Él no tenía el derecho de preguntarle sobre su vida personal, aunque, de cualquier

forma, fue franca y le contestó:

– No. ¿Por qué?

–¿Qué tan intima eres con él? – Continuó presionando.

Era como si tuviese que llegar al fondo de ese asunto. Anastasia decidió ser paciente con él, debido a to

da la ayuda que le había dado hasta ese punto.

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–Nos hemos abrazado como amigos si eso es lo que quiere saber.

– Se han besado? —preguntó, siendo más específico entre más avanzaban.

«¿Por qué debería contestarle todo? Además, este sujeto se está volviendo más y más peligroso con cad

–Se está haciendo tarde, presidente Palomares. Tal vez debería regresar a casa –

comentó con una pequeña sonrisa.

Él la miró por mucho tiempo. Se acababa de bañar y olía limpia, fragante y con una seducción particular.

Anastasia acababa de pasar a su lado cuando él extendió un brazo para tomarla de la cintura. Ella se

tambaleó debido a la sorpresa y terminó tropezándose con su pie. Brazos y piernas se enredaron y ambo

Ella estuvo a punto de protestar, pero él la tomó de la cara y presionó sus labios contra los suyos, silenciá

soltar quejidos, mientras su mente se quedaba en blanco. Contra su propia voluntad, sintió una corriente

Elias la besaba de forma agresiva y atrevida. No le daba cabida para

la negociación o el aire mientras la devoraba. Al mismo tiempo, su figura, amplia y bien trabajada, la

apresaba y le robaba todo el aliento. Anastasia no podía resistirse y no

tuvo otra opción más que dejarlo hacer lo que quisiese.

No fue hasta que sintió el peligro de la situación

que pudo recuperar todos sus sentidos. Sus ojos se abrieron de golpe y ella comenzó a gruñirle y empuja

sus narices estaban cerca de la otra y se miraban directo a los ojos. La tensión se hizo presente sobre el

del momento.

–Suélteme, Elías. Se lo advierto… –Comenzó a decir mientras apretaba sus dientes.